Cuando debe comer:
Hasta los 4 mese, el perro cachorro no es capaz de digerir una alimentación consistente, por lo que es necesario repartir los alimentos en tres o cuatro comidas diarias; por la mañana, al mediodía, por la tarde y por la noche, de modo que el joven estomago del perro cachorro se acostumbre a trabajar paulatinamente.
Cuando el perro se hace adulto se reducen a dos comidas diarias, y se puede añadir un tentempié por la mañana.
Es un error, aunque sea una costumbre bastante difundida darle una única comida al día , ya que el estomago permanece vacio demasiado tiempo y le puede provocar molestias como acidez de estomago.
Reglas de oro:
Horarios fijos: A diferencia del gato, perfectamente capaz de regularse en cuanto a la alimentación del perro, repartiendo la comida en función de sus necesidades, el perro tiene tendencia a comer hasta «no poder mas».
Por tanto es un error dejar el cuenco siempre lleno.
El perro debe tener un horario de comida y solo debe disponer de su alimento durante 10 o 15 minutos como máximo.
La consistencia: Salvo los alimentos cocinados en casa, que son realmente excelentes pero que requieren demasiado tiempo, se puede comprar alimentos preparados, que le suelen gustar mucho al perro.
En los supermercados y tiendas de animales podemos encontrar latas de alimentos húmedos, ya que su contenido en aquí es bastante elevado.
También hay alimentos para perros seco en forma de croquetas; lo mejor es ofrecérselas con un poco de aquea y alternarlas con las latas y otros alimentos para perros.
La temperatura: La comida puede estar templada o a temperatura ambiente, en función de las preferencias y las costumbres del perro.
Pero no debe estar ni muy fría ni demasiado caliente, ya que el perro «ingiere» vorazmente y podría quemarse.
Cuidado con los cambios bruscos: Cambiar repentinamente de comida o introducir sabores nuevos no es muy buena idea, ya que el perro debe acostumbrarse progresivamente a las novedades.
No a los restos: El perro no es un ser humano y por consiguiente no debe alimentarse con los mismos alimentos que el resto de la familia, o peor aun, con los restos de las comidas.
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